jueves, 13 de septiembre de 2007

CAPOTE

Desde pequeña mi madre me hablaba de Audrey Hepburn. De lo hermosa que era, la clase que tenía y cuánto le gustaba ver Desayuno con diamantes una y otra vez y recordar esa maravillosa boquilla para el cigarrillo y ese tocado imposible de llevar fuera de un plató de cine...

El caso es que a mí nunca me gustó la película. Durante años he encontrado montones de razones discutidas de viaje, en la universidad, en casas... No las recopilaré todas, sólo puedo decir que el personaje de Holly Golightgay me parecía desaprovechado en alguien tan adorable y dulce y que, al conjunto en total, le faltaba algo.

Desde hace unos meses sé el motivo. El motivo sólo puede llamarse Truman Capote.
No diré que es mi escritor favorito, pero nada de lo que he leído de él me ha decepcionado como tantos otros y, cuando en mi cumpleaños recibí una avalancha de obras suyas, Desayuno con diamantes, A sangre fría (que merece toda una entrada nueva) y los relatos de Música para camaleones.

Aprovechando la coyuntura, empecé rápidamente con Desayuno con diamantes. Había leido que no tenía nada que ver con la película y eso me animaba a conocer los auténticos destinos de la neoyorkina adoradora de Tiffanys.

y cual es mi sorpresa al encontrarme una novela corta cercana al relato en la que el personaje de Audrey es toda una señorita de compañía alocada que aparece y desaparece enamorando y desenamorando al narrador y tantos otros personajes, con un aspecto mucho menos glamouroso sino una niña de pelo corto que juega a disfrazarse de mujer elegante y adulta.

Capote cuenta sus aventuras y desventuras y su relación con el narrador (suponemos Paul, Hanníbal del Equipo A) con la mayor frialdad, mostrando sin convenciones ni palabras edulcoradas un personaje libre que no deja de huir y de meterse en problemas, sin un asqueroso final feliz edulcorado que detesto (sí, la película, al que le gusten los finales ñoños con besos desapasionados bajo la lluvia, lo siento)

No hay un final, y no es porque Capote peque de autor existencialista moderno que considera que "cada uno interprete lo que quiera" porque no sepa terminarlo, sino porque es una historia de la que, viendo el personaje, ignorando donde puede estar, piensas en que ni el mismo personaje lo sabría seguro y que, sólo por eso, ese es su final: que no lo haya

En realidad hoy iba a hablar de Musica para camaleones, pero otra vez será, de todas maneras el mito de la película no hace justicia. El relato de Desayuno con diamantes no es mucho mejor que tantos otros de este libro... pero esa es otra historia

y así empezamos esta vez

1 comentario:

Rotwang, der Erfinder dijo...

La verdad es que de Capote sólo he leído A sangre fría y me gustó bastante, pero tengo ganas de leer algo suyo en versión original. Seguramente gane puntos. Parece uno de esos casos en que la fama del autor es merecida.

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