miércoles, 26 de diciembre de 2007

Do androids dream of electric sheep?

Veo que al final de mi vida me pasará lo mismo que al personaje de Woody Allen en Zelig, estaré con la vergüenza de no haber leído Moby Dick o cualquiera de esos grandes clásicos de la literatura que, todo el mundo a mi alrededor habrá leído...

Por el miedo a que eso pase, me voy reformando y, por ello hoy quiero hablar de la única novela que me acabo de leer de Philip K. Dick, ese relato en el que se basa la película de Ridley Scott que ahora acaba de volver a la moda, tras 25 años desde su esteno.

Ahora que estamos trabajando con adaptaciones, lo que se hizo en cine con la prosa de Dick me ha dejado de piedra, cualquier semejanza con la realidad es pura coincidencia? casi...
Todos los personajes en cine siguen modelos arquetípicos del héroe, de la lucha, y todos, al menos en los géneros de acción y fantasía o ciencia ficción, tienen la meta de seguir con vida, de ahí que lo más interesante de la película fueran las luchas por la supervivencia en una sociedad en la que nadie está seguro de si su vida es cierta o no. Eso se manifiesta en la novela de un modo que era más difícilmente cinematográfico, en una sociedad en la que los hombres se han marchado a Marte (a ver cuando empezamos a irnos nosotros, que ya vamos con retraso) aquellos que prevalecen en la tierra buscan su estatus, su estilo de vida burgués en un desierto, y eso lo consiguen con la posesión de animales. No sólo animales. Animales vivos.
Un mundo en el que los humanos valoran tanto los animales en vida y hacen continuas réplicas eléctricas más económicas, e incapaz de asumir lo mismo para los propios humanos, divididos entre androides y humanos, con la única diferencia de la empatía...

No es plan de insistir más en el argumento de un relato de poco menos de 100 páginas, pero el mensaje que lanza Dick acerca de la vida, con cientos de subtextos como la culpabilidad, las luchas éticas, la supremacía de la especie (como algo incluso racial) y la crueldad llega a ser más interesante en ese escaso número de páginas que ciertas novelas de Asimov, otro autor muy consagrado al que aún no he encumbrado ni mucho menos. Y eso es porque Dick no sólo crea un mundo futurista desesperanzador e interesante, con unos personajes que ya no puedo dejar de ver como Harrison Ford, Rugter Hauter, Daryl Hannah y Sean Young, aunque sean tan diferentes a los modelos heroicos diferentes que representan en la película, sino porque toca el tema que más puede preocupar a una persona en cualquier momento de su vida, un tema que, importante o no, todos han pensado por lo menos 5 segundos: si lo que hay detrás de las religiones, de la otra vida, del futuro es tan falso como podríamos serlo nosotros mismos.

porque nosotros sabemos que somos humanos por nuestros recuerdos, nuestra sangre, nuestro dolor, todo lo que nos hace parte del mundo: la empatía, pero, ¿y si sólamente fuera porque hemos evolucionado, como los propios androides de la novela de Dick?

desde luego, no creo ser un androide, desgraciadamente nuestro mundo no ha llegado a ser tan avanzado y decrépito como para tener una caja de empátía que controle nuestros sentimientos, pero si me planteo que todo puede ser menos visceral y menos real de lo que nos planteamos... porque como decían en la película:

- es una pena que no pueda vivir, pero ¿quién vive?

esto pasa cuando lees este libro, miles de pensamientos sobre tantos temas... y apenas podría decir que sí, que está cojonudamente escrito y traducido, que me han encantado las definiciones de los personajes (una pena que Irán se quedará fuera de la película, aunque le da mucha más fuerza a Deckard ser un personaje solitario), las situaciones con respecto a los animales me han impresionado gratamente y me han dado ganas de leer todo lo que alcance de Dick... aunque al final de mi vida no me de tiempo a todo...

...pero...
¿quién vive?

lunes, 17 de diciembre de 2007

Cordón

Hace dos meses que no subo nada aquí, pero (aun) no lo he abandonado. Para nuestros posibles lectores (al menos mis colaboradores espero que lo lean y lo critiquen, pó favó) hoy inauguro la etiqueta Relatos. Con un relato propio se entiende. Leed y sufrid. Pero sobre todo comentad, criticad, destrozadme si es necesario. Aunque si hay algo bueno también os agradecería que lo hagais constar. Si no lo hay no me hagais la pelota porque pobrecito..., no es necesario.


CORDÓN

Otra vez los cordones desatados. Como lo odiaba. Siempre igual con esos cordones redondos. Tenía que cambiarlos por unos normales, siempre lo decía. Pero lo iba dejando día tras día.
Miró el reloj sin dejar de caminar. Llegaba tarde. Siguió andando, no se iba a detener ahora a atárselos. Eran sólo diez minutos más hasta la cafetería. Ya lo haría allí, una vez sentado delante de Andrea. Cruzó la calle mirando rápidamente a ambos lados. Pensó que sería jodido que se tropezara ahora con el cordón desatado y le atropellaran.
Era un día muy frío. Metió las manos en los bolsillos y apretó el paso. No podía evitar pensar en los cordones. Se preguntó porqué esos detalles tan nimios le ponían tan nervioso, las cosas fuera de sitio, era algo que le incomodaba. Estuvo a punto de agacharse junto a la panadería, pero el abrigo era corto, le dejaría la espalda al aire un momento, y hacía tanto frío.
Llegó al siguiente paso de peatones. Al otro lado había unos pivotes para evitar que los coches aparcaran en la acera. Allí los ataría. Se podía permitir perder diez segundos, Andrea no se enfadaría por eso. Cruzó ansioso por restaurar su pequeño orden. Llegó hasta el pivote, alzó el pie izquierdo y lo apoyó. Agarró las dos puntas, hizo el nudo y una lazada con maestría. Cuando hubo terminado oyó un chirrido a su derecha, y un ruido metálico. Se giró justo a tiempo de ver el coche abalanzarse sobre él.
El conductor perdió la consciencia sólo unos segundos. Rápidamente se levantó del asiento y salió por la puerta. El coche estaba incrustado en la pared de un edificio de ladrillo. Apenas había podido ver a aquel hombre antes de arrollarle. Dio la vuelta al vehículo y allí estaba su cuerpo, inmóvil sobre el suelo. Las piernas tenían una postura antinatural. Los cordones de las zapatillas estaban desatados.
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